sábado, 6 de abril de 2013

El desimputador que la desimpute buen desimputador será (o qué bien me viene que mi papá sea el Rey)



Esta semana no tenía pensado dedicar más tiempo a este feo asunto de Nóos, pero las circunstancias mandan. Decía antes de ayer que el propio fiscal anticorrupción de Baleares iba a recurrir al imputación de la infanta Cristina y así ha sido. El juez Castro, por su parte,  ha decidido suspender la declaración de la infanta hasta que la Audiciencia se pronuncie al respecto. Yo ya no sé a qué estamos jugando "un pasito p'alante y un pasito p'atrás". Todo ello con el apoyo explícito del Rey a su hija tras expresar su ¿sorpresa?  por la imputación. Habrá que preguntarse dónde quedó aquello de "la justicia es igual para todos" que su Majestad pronunció en el discurso de Nochebuena de 2011. Parece ser que ahora,  para algunos puede ser más igual que para otros. Resulta una obviedad decir que por muy presunta que sea, la infanta no deja de ser su hija, y hasta  cierto punto entra dentro de lo humanamente comprensible el apoyo del monarca. Sin embargo, lo que sería aceptable y normal en el caso de una familia anómina, no lo es tanto cuando se trata de la familia Real. ¿Por qué? Porque, precisamente por su privilegiada posición y como representantes que son sus miembros de España, al igual que al mujer del César, no solo tienen que ser honrados, sino parecerlo. Yo no digo que la infanta tenga que ser repudiada como hija, pero la ayuda prestada en este caso debería ser estrictamente privada y estaría bien que no se hubiese expresado ninguna opinión respecto de la imputación. Por otra parte,  la tan cacareada Marca España no es por la imputación de la infanta por la que se deteriora, sino por las presuntas actuaciones delictivas del caso Nóos en las que la infanta  puede hallarse involucrada. Que  la imputación siga adelante es la única manera que tiene la infanta de limpiar su nombre si al final resultara inocente. Pero esto de que sea el propio fiscal quién recurra la imputación (oigan, el mundo al revés) resulta como mínimo chocante. De prosperar el recurso, cosa que no tardaremos mucho en saber, nos preguntaríamos si no ha sido todo la representación de un estupendo paripé con un grandísimo elenco de actores: el  juez imputador,  que así salva los muebles, el servil fiscal que recurre y la "prota" la propia infanta todo ello en aras de un final feliz  (la desimputación), y ya, todos a excepción del pueblo llano tan contentos...
Pero es que, además hay una cosa que se llama decoro y vergüenza, por no hablar directamente de honradez  (arcaica palabra, en serio peligro de extinción), fundamentales para mantener el respeto de los ciudadanos y la credibilidad de las instituciones, y lo pongo así en plural, porque son las instituciones de este país llamado España, las que en su conjunto están defraudando a los ciudadanos. Ya no nos creemos a los políticos, no nos creemos a la justicia y no nos creemos a la monarquía. Digo más, aquello en lo que no se cree tampoco se respeta. ¡Viva la república!

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